UNA NUEVA MIRADA CON RESPECTO A LOS BAÑADORES DE ÚLTIMA GENERACIÓN
“Más rápido, más fuerte, más alto“, dice el lema de los JJ.OO. También se hace hincapié al fair play, a participar y competir antes que ganar. Pero en una sociedad tan dada a idolatrar la fama, lo único que compensa es la victoria y más en un escaparate con tanta repercusión como el de los JJ.OO. Sumemos otra variable: el marketing y la publicidad. Si la incluímos en la sociedad de la información en la que vivimos, lo único que interesa a cualquier directivo, y en el fondo al deportista, es que su deporte esté de alguna manera en los medios. Así aparecen los patrocinadores. La cuestión, en cambio, es a qué precio.
Si echamos la mente atrás, a Pekín y a la primera semana de competición, hubo un deporte que destacó por marcas y records mundiales. Ese fue la natación. En la piscina la gente se quedó asombrada por las marcas, que sin embargo, apuntaban a la nueva gama de bañadores, no a las nuevas técnicas utilizadas para repeler el efecto del oleaje causado por los nadadores, ni al estudio de la nueva forma de preparación de los deportistas, con técnicas que les habían hecho bajar sus marcas unas décimas, ni a la preparación física, ni a la depuración del estilo… todo miraba a los nuevos bañadores y a la palabra que se puso de moda: el tecnodopaje. Y de ahí a las dudas de las marcas.
Sin embargo, en un deporte apasionante, donde no hay lugar a engaño y siempre gana el mejor, y que vivió el momento más apasionante de los pasados juegos de Beijing (la final de los 100 mariposa), pero aburrido para el común de los espectadores, la vida de los deportistas exige mucho sacrificio, da poco resultado económico, a no ser que seas una estrella mundial en el mundo del deporte, y para destacar exige resultados, algo que sólo se puede medir en tiempo. Vales lo que nadas. El cómo, y dentro de la legalidad, depende del deportista.
A partir de aquí todo se disparó con el beneplácito de la FINA. Entró en juego la NASA, y las marcas con bañadores fabricados con elementos utilizados para los trajes de los astronautas se dispararon. Todo por llegar a tener la menor resistencia al agua, flotar como en el mar Muerto y deslizarte por la superficie. No importa el cómo, sólo había que buscar el límite de las normas. Por eso la FINA, ahora que ve que esto se le escapa de las manos y que el beneficio que va obtener no es tan elevado, busca la manera de no homologar estos bañadores tan especiales. ¿Cómo afectarán a las marcas? Si no hay records mundiales asombrosos, el interés para la sociedad de la información será nulo, y por tanto el negocio en líneas generales se verá bastante afectado. ¿Solución? Termino medio, como Penélope, deshaciendo lo ya hecho y deshomologando marcas seguramente.
Ese es el mal de la natación y no el tecnodopaje. El problema de cómo llamar la atención al dinero y a los patrocinadores. Se buscaba el más rápido, no el más fuerte. Había otras formas de mejorar las marcas, pero apuntaban a las piscinas y a los entrenamientos, a algo menos interesante y polémico. Y es paradójico, porque si hay otro deporte en el que se ha practicado el tecnodopaje, como es el golf, nadie ha puesto el grito en el cielo por los registros alcanzados por ciertos jugadores en ciertos campos. Las pelotas y los palos no son del material que usaban los pioneros, como los bañadores slip que ahora ya ni se ven en los nadadores en cualquier competición. Ni un gramo de carne, todo trajes ajustados, con cuerpos sin depilar.
Lo mismo habría que buscar un regreso a los orígenes, a preguntarnos qué hubieran hecho las grandes leyendas de la natación con estos nuevos bañadores o palos de golf. Nadie piensa en el físico y en la preparación. La mirada dirigida a la tecnología. Por eso llama más la atención que Alain Bernard, campeón olímpico de 100 libres, pierda la final del campeonato de Francia al nadarlo con un bañador viejo, que el hecho de que haya sido el primer hombre en bajar la barrera de los 47 segundos en los 100 libres, que al final la FINA no dará por buenos. ¿La culpa? Del Jaked, de Arena y lo que representa, ese balador especial que dicen que es como montarse en un Ferrari, pero que sólo sirve para cuatro chapuzones. El dopaje tecnológico.
Si lo pienso con frialdad, lo de Phelps no es tecnodopaje (como en cierta manera, depende de él que se lo crea, tampoco es lo de Rafael Muñoz, quien ha puesto a la natación española en órbita de nuevo), como que siempre tendré en mi cabeza la figura de Popov deslizándose sobre el agua con su depurado estilo. ¿Alguien recuerda el bañador que usaba? El deporte volviendo a su esencia. Aunque esto esté reñido con el dinero.
Si echamos la mente atrás, a Pekín y a la primera semana de competición, hubo un deporte que destacó por marcas y records mundiales. Ese fue la natación. En la piscina la gente se quedó asombrada por las marcas, que sin embargo, apuntaban a la nueva gama de bañadores, no a las nuevas técnicas utilizadas para repeler el efecto del oleaje causado por los nadadores, ni al estudio de la nueva forma de preparación de los deportistas, con técnicas que les habían hecho bajar sus marcas unas décimas, ni a la preparación física, ni a la depuración del estilo… todo miraba a los nuevos bañadores y a la palabra que se puso de moda: el tecnodopaje. Y de ahí a las dudas de las marcas.
Sin embargo, en un deporte apasionante, donde no hay lugar a engaño y siempre gana el mejor, y que vivió el momento más apasionante de los pasados juegos de Beijing (la final de los 100 mariposa), pero aburrido para el común de los espectadores, la vida de los deportistas exige mucho sacrificio, da poco resultado económico, a no ser que seas una estrella mundial en el mundo del deporte, y para destacar exige resultados, algo que sólo se puede medir en tiempo. Vales lo que nadas. El cómo, y dentro de la legalidad, depende del deportista.
A partir de aquí todo se disparó con el beneplácito de la FINA. Entró en juego la NASA, y las marcas con bañadores fabricados con elementos utilizados para los trajes de los astronautas se dispararon. Todo por llegar a tener la menor resistencia al agua, flotar como en el mar Muerto y deslizarte por la superficie. No importa el cómo, sólo había que buscar el límite de las normas. Por eso la FINA, ahora que ve que esto se le escapa de las manos y que el beneficio que va obtener no es tan elevado, busca la manera de no homologar estos bañadores tan especiales. ¿Cómo afectarán a las marcas? Si no hay records mundiales asombrosos, el interés para la sociedad de la información será nulo, y por tanto el negocio en líneas generales se verá bastante afectado. ¿Solución? Termino medio, como Penélope, deshaciendo lo ya hecho y deshomologando marcas seguramente.
Ese es el mal de la natación y no el tecnodopaje. El problema de cómo llamar la atención al dinero y a los patrocinadores. Se buscaba el más rápido, no el más fuerte. Había otras formas de mejorar las marcas, pero apuntaban a las piscinas y a los entrenamientos, a algo menos interesante y polémico. Y es paradójico, porque si hay otro deporte en el que se ha practicado el tecnodopaje, como es el golf, nadie ha puesto el grito en el cielo por los registros alcanzados por ciertos jugadores en ciertos campos. Las pelotas y los palos no son del material que usaban los pioneros, como los bañadores slip que ahora ya ni se ven en los nadadores en cualquier competición. Ni un gramo de carne, todo trajes ajustados, con cuerpos sin depilar.
Lo mismo habría que buscar un regreso a los orígenes, a preguntarnos qué hubieran hecho las grandes leyendas de la natación con estos nuevos bañadores o palos de golf. Nadie piensa en el físico y en la preparación. La mirada dirigida a la tecnología. Por eso llama más la atención que Alain Bernard, campeón olímpico de 100 libres, pierda la final del campeonato de Francia al nadarlo con un bañador viejo, que el hecho de que haya sido el primer hombre en bajar la barrera de los 47 segundos en los 100 libres, que al final la FINA no dará por buenos. ¿La culpa? Del Jaked, de Arena y lo que representa, ese balador especial que dicen que es como montarse en un Ferrari, pero que sólo sirve para cuatro chapuzones. El dopaje tecnológico.
Si lo pienso con frialdad, lo de Phelps no es tecnodopaje (como en cierta manera, depende de él que se lo crea, tampoco es lo de Rafael Muñoz, quien ha puesto a la natación española en órbita de nuevo), como que siempre tendré en mi cabeza la figura de Popov deslizándose sobre el agua con su depurado estilo. ¿Alguien recuerda el bañador que usaba? El deporte volviendo a su esencia. Aunque esto esté reñido con el dinero.
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